Desayunos a la mallorquina
Uno de los momentos más deliciosos de las vacaciones en Mallorca es sin duda el de los desayunos. En la isla hay una gran tradición en lo que a pastelería, postres y dulces artesanos se refiere. Y no, no hablamos solo de la típica e imprescindible ensaimada sino de los riquísimos cremadillos de crema o cabello de ángel; de la coca de albaricoques, de los esponjosos quartos (nada mejor para acompañar a un buen chocolate caliente) y de los crespells y robiols.
Sí, la gama de dulces y pastelitos de factura tradicional en Mallorca ocupan una larga lista en el recetario de esa tierra, con algunas joyas que han dado la vuelta al mundo, como la coca de patata de Valldemossa y su batido de almendras, que configuran uno de los desayunos más clásicos que todo el que visita la isla debe probar al menos una vez en la vida. Las mermeladas de naranja, higos, fresas, albaricoques… hechas en casa con el mimo de las manos más expertas y vendidas en los mercados o bien en las tiendas gourmet de toda la vida son el complemento ideal para un buen pan recién hecho y tostadito.
Otro de los dulces típicos de Mallorca con los que empezar el día llenos de energía es el Cardenal de Lloseta, un postre propio del pueblo que le da nombre y que debido a su exquisito sabor es conocido en toda la isla y se ha convertido en uno de los postres favoritos de los mallorquines, desde Lloseta hasta el último rincón de Palma, la capital.
Lo cierto es que un desayuno mallorquín tiene una gran dosis de dulce, pero para los amantes de lo salado tampoco desmerece la propuesta: tostas de pan moreno con tomates de ramallet restregados, aceite de oliva virgen y una combinación de embutidos que van desde la sobrasada al queso, pasando por el jamón cocido, el camaïot y el butifarrón. Las cocas de verduras también son muy socorridas, especialmente la de trampó, que es una de las que nunca falla cuando los locales se reúnen para lo que ellos llaman el berenar y que es el tentempié de media mañana.
Para acompañar al desayuno salado, nada como un zumo de naranjas de Sóller y un buen café caliente. Aunque los valientes seguro apostarán por un helado artesano.
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